Vivimos en un mundo lleno de incertidumbre, y muchas veces caemos en la trampa de preocuparnos por lo que aún no ha pasado. Nos afanamos por el “qué vendrá”, tratando de controlar cada detalle del mañana, cuando en realidad, el único momento que realmente tenemos es el ahora.
La preocupación no tiene el poder de evitar que
algo malo ocurra, pero sí tiene la capacidad de robarnos la alegría, la calma y
la claridad del presente. Nos distrae de las bendiciones que ya tenemos y nos
llena de ansiedad por lo que podría (o no) suceder.
La Biblia nos recuerda:
“Por nada estén afanosos, sino que sean
conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de
gracias.” – Filipenses 4:6
Cuando aprendemos a soltar nuestras cargas y
confiarlas en manos de Dios, recuperamos la paz que solo Él puede dar. No
significa que ignoremos nuestras responsabilidades o vivamos
despreocupadamente, sino que dejamos de llevar un peso que no nos corresponde.
Dios está en control, incluso cuando nosotros no lo estamos.
Hoy, haz
una pausa. Respira. Ora.
Entrégale a Dios lo que te inquieta. Él ya está en tu mañana, y te ofrece paz
para vivir plenamente el hoy.

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