"Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud" (Eclesiastés 12:1) es como un consejo urgente que nos recuerda que la vida pasa rápido, y que la etapa de la juventud —con su fuerza, energía, sueños y pasión— no es para desperdiciarla lejos de Dios, sino para rendirla a Él.
Cuando Salomón escribió estas palabras, lo hizo después de experimentar que todo lo que el mundo ofrece es “vanidad” cuando Dios no está en el centro. Él entendió que la mejor inversión de la vida no es esperar a buscar a Dios cuando los años pesen, la salud se desgaste o el tiempo se agote, sino entregarle lo mejor de nuestros años.
Recordar a tu Creador no es solo pensar en Él de vez en cuando; es vivir con conciencia de que cada día, cada decisión, cada talento, le pertenece. Es reconocer que tu fuerza física, tu mente clara y tu entusiasmo son un regalo, y que en tus manos está ponerlos al servicio del Reino.
La juventud es como un campo fértil: lo que siembres ahora, cosecharás mañana. Si siembras fe, oración y obediencia, tendrás raíces fuertes para cuando vengan las pruebas. Por eso, Dios te llama hoy, no mañana.
No dejes que la vida te robe lo mejor para luego darle a Dios las sobras. Entrégale tu presente, y Él se encargará de tu futuro. El mejor momento para buscar a Dios no es “cuando tenga tiempo”... es ahora.
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