En un mundo donde las palabras muchas veces hieren o se usan sin propósito, la exhortación bíblica se levanta como una voz diferente: una voz que ama lo suficiente como para no callar, pero que también ama lo suficiente como para hablar con gracia.
En la Biblia, exhortar no es gritar ni imponer, sino acercarse al corazón de una persona para guiarla hacia Cristo. Pablo escribía a los creyentes: “Os rogamos, hermanos… que amonestéis a los ociosos, alentéis a los de poco ánimo, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos” (1 Tesalonicenses 5:14). Allí vemos que exhortar es más que corregir; es animar, consolar y fortalecer.
Cada creyente es llamado a exhortar, porque todos necesitamos recordarnos unos a otros quién es Dios y cuál es nuestro propósito. Una exhortación puede salvar a alguien de un error, devolver la esperanza a un corazón cansado o encender de nuevo el fuego de la fe.
Pero para exhortar correctamente, debemos hacerlo con la Biblia en una mano y amor en el corazón. Sin la Palabra, nuestras palabras carecen de verdad; sin amor, nuestra exhortación pierde poder.
Hoy, quizá Dios ponga en tu camino a alguien que necesita escuchar una palabra de advertencia o de ánimo. No calles. Sé esa voz que guía con amor, que recuerda el camino y que abraza mientras señala la meta.
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