🌷 Palabras alusivas al Día de la Madre
Hoy nos reunimos para rendir homenaje a un ser que refleja, en su amor y en su entrega, la ternura misma de Dios: la madre cristiana. Ella no solo da vida, sino que la cuida, la guía y la orienta bajo la luz de la Palabra. Su vida es un testimonio silencioso de fe, esperanza y servicio, una carta viva que se lee con el corazón más que con los ojos.
La madre cristiana es una mujer de oración, que dobla sus rodillas antes de tomar decisiones, que intercede por sus hijos y su familia, creyendo que cada súplica es una semilla sembrada en los cielos. Es aquella que no se rinde ante las pruebas, porque sabe que el Señor pelea por ella y que su fuerza viene de lo alto. Su fe no depende de las circunstancias, sino del Dios que nunca falla.
Es una mujer sabia, que edifica su casa con paciencia, que corrige con amor y enseña con mansedumbre. En sus labios hay palabras que sanan, y en su mirada, una esperanza que alienta a seguir adelante. En los momentos difíciles, su corazón se convierte en refugio, en consuelo y en fortaleza.
La madre cristiana es valiente y trabajadora. No teme al futuro, porque confía en las promesas de su Señor. Se levanta cada día con un propósito: servir, amar y ser ejemplo. Su vida es un faro que ilumina el hogar, un canal de bendición, un reflejo de la gracia divina.
Su amor es incondicional, porque ama como Cristo ama: con paciencia, con perdón y con entrega total. No busca reconocimiento, sino que se goza en ver a sus hijos andar en la verdad. Ella sabe que su mayor recompensa no está en las cosas materiales, sino en las manos del Padre celestial que ve en lo secreto y recompensa en público.
Hoy celebramos a todas esas madres que, con su
fe inquebrantable, levantan generaciones de hijos temerosos de Dios. Madres que
oran, que enseñan la Palabra, que siembran valores eternos en los corazones de
sus familias. Madres que, aun en silencio, predican con su ejemplo y dejan
huellas imborrables en el alma de quienes las rodean.
En este día especial, decimos gracias a
cada madre cristiana: por sus desvelos, por sus lágrimas de intercesión, por
sus abrazos que sanan y por su amor que nunca se apaga. Que el Señor las
bendiga, las fortalezca y les conceda la recompensa de ver el fruto de su fe en
la vida de sus hijos.
Porque detrás de cada hijo que ama a Dios,
suele haber una madre que oró, que creyó y que jamás se rindió. 🌹
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